
El cuidador en verano
El cuidador de un enfermo de Alzheimer lo es siempre, tanto en invierno como en verano.
Todos vemos con ilusión las vacaciones, que nos permiten recargar pilas, desconectar de nuestra rutina o simplemente cambiar de actividad y ubicación durante unos días, pero el cuidador sabe que su responsabilidad va a seguir siendo la misma. Y su mayor aspiración es que el año siguiente, su familiar siga siendo el mismo, porque eso ya es todo un triunfo.
La complejidad principal con la que el cuidador se enfrenta es mantener la rutina del enfermo, en cuanto a horas de sueño, comidas o ejercicio físico y cognitivo. La rutina es un aliado fundamental para evitar que los enfermos se desorienten. Pero las vacaciones rompen esa rutina cuando cambiamos de entorno, mantenemos horarios diferentes o vemos a nuestro alrededor a personas que no son las mismas de siempre.
A todo eso se suman algunos factores desestabilizadores como puede ser el calor, que puede causar bajadas de tensión o de tono vital, problemas de deshidratación o dificultad para conciliar el sueño.
También los viajes suponen un reto porque suelen implicar desplazamientos en coche, trenes o aviones, en los que el enfermo sufre el mismo estrés que cualquiera de nosotros, aumentado por su falta de referencias conocidas.
Los cuidadores no nacen, se hacen. En nuestra sociedad del bienestar, las vacaciones son un derecho consolidado para los trabajadores. Pero seremos una sociedad realmente solidaria cuando quienes aportan su trabajo, esfuerzo y cariño sin esperar nada a cambio, pueden descansar también, al menos unos días.
Miguel Ángel Lopez-Quesada Fernandez-Lascoiti
Presidente, AFA
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